José Antonio Vera Lima
Monitor de Educación Ambiental
Medio Ambiente. Cabildo Insular de Fuerteventura
“Tindaya es nuestro eslabón cultural con el norte de África”
Desde su niñez le interesa el medio natural, y desde esa edad siente atracción por la naturaleza de su entorno, por La Fortaleza y por las demás montañas que rodean la vega de Tetir, en la que se encuentra El Sordo donde nace en el mes de septiembre de 1961. A la edad de 3 años emigra al Aiún con su familia de donde regresa con 13 años. Del desierto guarda memorias imborrables. También desde pequeño la naturaleza es su fuente de experimentación e investigación. Los bolsillos de sus pantalones están siempre llenos de piedras, metales, maderas que recoge y guarda como tesoros. Es su capacidad de observación y memoria de los lugares lo que permite que desde corta edad sea considerado sabio, y a quien acuden las guayetas (niñas del Sáhara) para que les explique la naturaleza de cada tesoro que encuentran. Con estas riquezas en sus bolsillos regresa del Aiún, y todavía hoy, a su edad conserva y custodia estos valores continentales.
Se desenvuelve ágilmente en su entorno gracias a su cuerpo fibroso y esculpido por sus caminatas. Como le gusta trepar a los árboles, para alcanzar sus ramas más altas, se deja crecer las uñas de los pies, hecho que le causa enfados maternos. Tanto le gusta la arboleda que a su regreso y mientras cuida el ganado de su abuela construye una choza en La Brita y cerca un área en donde planta árboles, cuyos troncos secos observamos hoy en el filo de esta cordillera.
En la actualidad es el propietario de la casa de su abuela y abuelo, y las gavias que conserva, hoy están plantadas de multitud de árboles.
A los 15 años comienza a trabajar en los hoteles construidos en las Dunas de Corralejo, del hoy complejo arenoso de similar denominación. Va y viene a casa del trabajo caminando, incluso de noche, momento que utiliza para observar la vida animal que se desarrolla en la oscuridad, el cielo y el perfil de las montañas, que con la luz del día adoptan otras formas.
Probablemente más que la Naturaleza, a José Antonio le interesaban las personas mayores, el conocimiento que éstas poseen del medioambiente y específicamente de sus recursos, del aprovechamiento del medio en ambientes desérticos o escasos de agua como Fuerteventura, de la que conoce cientos de puntos de agua. No existe nadie más en la isla que atesore un conocimiento tan amplio y concreto de los rezúmenes, manaderos, fuentes, maretas, solvederos, masmorrillas, etc. de agua.
Cuenta los cuentos que le susurró su abuela, del uso cíclico del agua, de los huevos que ocasionalmente ponen algunos gallos, de las brujas de Tindaya, a las que cuida y por las que cuida la Montaña.
Su afición a la geología ha posibilitado un distinguido conocimiento sobre la gea de la isla y particularmente minerales y enclaves paleontológicos que puntualmente se localizan en ella. La satisfacción que le produjo su primera subida en 1978 a la Montaña de Tindaya acompañando a una persona centrada en el estudio de las manifestaciones rupestres de la montaña, permitió que jamás dejara de interesarse por ella. Desde ese entonces ha profundizado en sus valores, tanto que en la actualidad es el guía imprescindible para visitarla, el acompañante perfecto para amarla, el intérprete perfecto para que después de alcanzar la cima de Tindaya con él defiendas su conservación íntegra. Sube en silencio, sin palabras y con tranquilidad. Sus pisadas se funden con las siluetas de los pies aborígenes, y son ambas huellas las que dejan en nosotras la certeza que es Vera Lima el Guardián de la Montaña, el imprescindible para quererla y protegerla.